A pesar de que no logra mucha atención en este momento, un anuncio en septiembre de parte de los líderes de los Estados Unidos, la Unión Europea e India marcó una nueva dirección importante en la política exterior. En la Cumbre de los G20 en Delhi, el trío presentó un acuerdo para desarrollar un corredor económico transnacional gigantesco que mejoraría tanto la conectividad física como digital entre Europa, Medio Oriente e India. La presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen describió la visión “una iniciativa de infraestructura importante en el marco de la sociedad para infraestructura e inversión global (PGII), como un “puente verde y digital hacia todos los continentes y civilizaciones”. Una segunda iniciativa, el corredor trans-africano, se extendería entre Angola, la República Democrática del Congo y Zambia.

Estos corredores representan una nueva manera de enfocar la geografía vinculando países, regiones y continentes juntos en maneras radicalmente distintas a través de una infraestructura conectiva y, como resultado, ofreciendo el prospecto de un desarrollo económico acelerado. Pero los Estados Unidos y sus aliados han llegado tarde a este juego, y las dos iniciativas del nuevo corredor son intentos para volver a capturar la iniciativa e influencia de China, que ha estado desarrollando durante la última década cientos de proyectos de infraestructura a lo largo de Eurasia y África con su proyecto BRI (iniciativa de cinturón y vías). También se toman del libro de tácticas chinas de la última década en maneras sorprendentes, un reconocimiento tácito de que el enfoque de China en el desarrollo de la urbanización, infraestructura y orden internacional ha dado sus frutos.

Los proyectos son una respuesta directa al BRI, el cual, tal como lo discutimos en nuestro nuevo libro La ciudad del cinturón y carretera, coloca el desarrollo de corredores urbanos e infraestructura en el centro de su visión de un orden internacional reformado. Aunque se ha establecido durante un largo tiempo la importancia de corredores de infraestructura urbana transnacional para el desarrollo y la integración económica (y precede al BRI), el BRI es el primer ejemplo moderno de un vínculo explícito entre el desarrollo de corredores transnacionales y la estrategia geopolítica de un gran poder. Y mientras que los corredores iniciales operaban bajo una escala más pequeña, a veces nacional, y otras veces transnacional, los corredores que China está creando son inmensos y transnacionales. Por sus muchas cosas, el BRI sigue siendo nada más que un intento de reorientar y reconectar extensiones grandes de la economía mundial y vincularlas a una sociedad internacional sino-céntrica creciente o como lo esperan los elaboradores de políticas de Beijing.

Los dos nuevos corredores cubren regiones en las cuales el BRI no ha logrado aún un punto de apoyo importante y que aún así son estratégicamente importantes. El ambicioso corredor económico de India, Medio Oriente-Europa tiene previsto transportar productos comerciales, información y energía a lo largo de varias regiones estratégicas por medio de nuevas vías férreas, puertos, cableado submarino y otros componentes digitales y una infraestructura de energía esencial y sostenible. Vinculará países y regiones que han tenido a veces relaciones complicadas, incluyendo a Arabia Saudita, EAU, Jordania e Israel.

El corredor trans-africano hará lo mismo para los países que conecta: una nueva vía férrea vinculará a la región de Katanga de la República Democrática del Congo y el noroeste de Zambia a mercados mundiales a través del puerto Lobito de Angola. Este proyecto también es notable ya que señala un nuevo desarrollo en las relaciones entre el PGII dirigido por EEUU (a través del G7) y la iniciativa Global Gateway de la Unión Europea, que también conecta objetivos geopolíticos con inversión en infraestructura. Los líderes de la UE esperan que el Corredor Trans-Africano, si tiene éxito, pueda servir como un modelo para proyectos similares en otras partes del mundo.

Los dos corredores merecen la atención por un número de razones. Primero, demuestran un nuevo paso importante en la competencia geopolítica entre China y los Estados Unidos y sus aliados. Estos dos grandes poderes, y en una menor medida la Unión Europea, los cuales compiten ahora por el liderazgo del desarrollo de los sistemas socio-técnicos en evolución en el mundo y las conexiones transnacionales emergentes.

Segundo, las iniciativas del nuevo corredor actúan como un pivote para las agendas políticas económicas nacionales y extranjeras del Presidente Joe Biden. Son ahora parte de la presión de Washington hacia una nueva y gran visión estratégica en medio de un momento decisivo en la política mundial, uno en el cual se ha disipado el momento unipolar de los Estados Unidos, y no está claro el establecimiento de un mundo bipolar o incluso multipolar. En un discurso a finales de abril sobre la renovación del liderazgo económico norteamericano, el Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan vinculó expresamente la política exterior y diplomacia de los EEUU con el bienestar económico nacional.

Tercero, los corredores representan un cambio en el pensamiento relacionado al espacio geográfico. Son límites nacionales que cruzan los transnacionales y unen a las personas (así como también las dividen) en nuevas maneras. Son además una nueva característica distintiva del nexo entre la urbanización y el capitalismo global, a la cual los estados grandes y poderosos están respondiendo e intentando formar. Ha habido grandes tendencias, a veces capturadas en el amplio concepto de la globalización, hacia una integración transnacional de logística y transportación, que son parte de un nuevo escalamiento de la economía capitalista alejada del nivel nacional al transnacional. Estas tendencias se están volviendo más completamente vinculadas a la competencia geopolítica a medida que la influencia de China crece y Beijing utiliza la construcción de un corredor como una manera de reorientar la economía mundial.

Cuarto, los corredores transnacionales están volcando la manera en la cual los elaboradores de políticas deben enfocar el tiempo. Estos corredores son inversiones de largo plazo, medidas en décadas, quizás siglos. Estos no encajan bien con el ciclo electoral de corto plazo o el ciclo efímero de medios. China ha puesto una fecha de culminación en 2049 para el BRI, lo cual demuestra que Beijing está pensando en una gran estrategia y desarrollo del orden internacional en el largo plazo. Los estados democráticos con ambiciones de formar el mundo a sus propias preferencias deben llegar a un acuerdo con este hecho. Este tipo de competencia estratégica requiere de una extensión del horizonte temporal en maneras que han sido bien entendidas por los arquitectos de mitad de siglo del Plan Marshall o la estrategia para contener a la Unión Soviética.

Habiendo sido el proyecto del corredor desarrollado por China y ahora por los Estados Unidos y sus aliados, pasará por un largo camino para formar la vida de miles de millones en términos de conectividad, oportunidad económica y adaptación climática. Estas son algunas de las razones por las cuales la siguiente década de competencia del corredor es tan importante para dar forma al orden internacional. Las ciudades y sus infraestructuras conectivas crean dependencias en rutas las cuales, una vez desarrolladas, duran muchas generaciones. Y, aparte de esto, estas conexiones han dado forma en manera material a los valores de las sociedades y economías que los desarrollan. Una ciudad abierta y democrática (y sus redes de infraestructuras conectoras) se sentirá y se verá muy distinta a una ciudad basada en un modelo tecnológico de vigilancia y control estatal. Es por ello que los tipos de modelos de infraestructura y las tecnologías en las cuales están basadas son tan importantes hoy en día. Es por ello también que la competencia geopolítica para el futuro se dará a lugar a través del desarrollo de infraestructura y la capacidad de involucrar a aliados en dicho emprendimiento transnacional.

Y hay diferencias distintas entre el enfoque del BRI de China para el desarrollo de un corredor y el enfoque emergente estilo occidental. Una diferencia es crucial desde el punto de vista de los Estados Unidos. Los corredores del BRI conectan eventualmente a puertos y ciudades chinas, por ejemplo, el puerto de Gwadar vincula el corredor económico de China-Pakistan con el Golfo Pérsico, y Kyaukphyu en Myanmar vincula el corredor económico de Bangladesh-China-India-Myanmar con el océano Índico. Sin embargo, aunque el corredor económico entre India-Medio Oriente-Europa pasará a través de centros en algunos países aliados, no se conecta inmediatamente a ciudades o puertos de los Estados Unidos. Lo mismo se aplica con el corredor Trans-africano.

Los Estados Unidos no han utilizado el desarrollo económico de la misma manera en que lo ha hecho China, en donde las intervenciones estatales altamente políticas y una marca distintiva del capitalismo estatal se encuentran en el centro del modelo. Una gran pregunta es cómo los Estados Unidos y sus aliados pudieran desarrollar un modelo de liderazgo en torno a los corredores transnacionales que reconfiguren la función del estado y la empresa privada en maneras que también pudieran cumplir con el desafío de una gran estrategia dirigida por el estado de China.

Aunque los términos y tácticas del desarrollo de un corredor diferirán dramáticamente de aquellas del BRI, el enfoque de los EEUU parece confirmar que los corredores de infraestructura serán una característica central de una competencia entre los grandes poderes por la forma e imagen del orden internacional. Su enfoque en la competencia también habla de un nuevo giro en la perspectiva respecto a la intersección de competencia e infraestructura geopolítica.

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